15 noviembre, 2015

La mentira de los musulmanes malvados contra el resto del mundo

Este artículo de Igiaba Scego fue publicado por la revista Internazionale, poco después de los ataques de París. Es una respuesta a algunas declaraciones de políticos de la extrema derecha.

¿Puedo darles un consejo? Ignoren a los chacales populistas y a sus tweets. Tenemos cosas más serias de qué preocuparnos. #‎Parigi‬

Este es uno del los tweets que he publicado ayer por la noche luego de los ataques de París. No quiero perder más tiempo con quien odia. Y a mi parecer no deberían perder tiempo ustedes tampoco. El tiempo es precioso. No podemos desperdiciarlo en inútiles polémicas de gallinero. Por una vez el título del periódico de derecha Libero (islámicos bastardos) o los delirios del odio fascista de turno no me tocan. Claro que son dañinos para la democracia, nuestro futuro, nuestra digestión. Pero los chacales que piensan en el voto me parecen muy inútiles y pequeños de frente a un evento que cambiará el siglo XXI.

Están atacando a nuestro modo de vivir. Están atacando a la convivencia entre musulmanes, judíos, cristianos y ateos. Están atacando a la paz. No tengo tiempo que perder con aquellos que hacen cálculos de tendera (con el perdón de las tenderas) en vista del voto de la próxima primavera. No quiero desperdiciar energías con aquellos que definen a quien es como yo, musulmán y afrodescendiente, cómplices de la barbarie que ha azotado París. Yo voy más allá y los supero. Y deberían hacerlo también los medios de información mainstream. Este es el tiempo de la responsabilidad. Me pregunto si nuestra información (talk show y noticieros) sabrá enfrentar este delicado periodo con inteligencia. O si en cambio nos llenarán la pantalla con los mismos profesionales del odio de siempre. Esos que ya no aguantan las ganas de abrir (malamente) la boca. Los que dicen «musulmanes a la hoguera» o «era mejor si los refugiados se ahogaban», para ser más claros.

Me gustaría que por una vez desde esa pequeña pantalla –a menudo, fea y violenta- salieran noticias, investigaciones, entrevistas con un sentido lógico. No necesitamos más bla bla que nos ensordezca y nos machaque aún más. Todos estamos al borde de un precipicio, todos estamos al borde de un ataque de nervios. Necesitamos una balsa en este mar borrascoso, no más agua que nos hunda.

Si fuera la directora de un noticiero, comenzaría con un buen mapa. Sí, han entendido bien, un mapa. A menudo -me he dado cuenta de ello cuando era asistente en la universidad y daba clases- las personas no saben colocar los países y las ciudades en un mapa. El noticiero dispara nombres: Siria, Líbano, Arabia Saudita, Irán. Pero son muchos los que no saben en dónde se encuentran estos países. La situación empeora si se habla de Eritrea, Somalía, Sudán o Yemen.

Vivimos en una época globalizada en la que con un click se puede saber todo, en teoría. Pero en realidad nadie conoce nada. Y así el terror se vuelve más terror. Porque sientes que te atacan los extraterrestres. No entiendes bien cómo hemos llegado hasta aquí. Te has perdido los capítulos anteriores. No sabías que lo de Beirut fue hace sólo dos días, Beirut donde 43 personas han fallecido. No sabías de la intervención rusa en Siria. El atentado de Ankara un día antes del voto. Las masacres en Sudán. Los ataques a los hoteles en Mogadiscio. No entiendes en dónde estás. Y el populismo de baja calaña no te ayuda sino que te arroja en un precipicio más profundo. El miedo aumenta. Y tu angustia también.

Claro, un mapa no quita el miedo. Pero por lo menos puede volver a una persona más consciente de lo que está pasando. Igual que la buena información, por lo demás. Sólo uniendo los puntos del mundo llegaremos a entender que nos atacan desde hace mucho y no desde ayer.

Soy de orígen somalí y por desgracia tengo una cierta familiaridad con los ataques kamikaze, y los ataques en general. Veo desde hace años al grupo terrorista Al Shabaab golpeando lugares de la cotidianidad, hoteles sobre todo. Cuando he visto ayer las imágenes de París he pensado automáticamente en Mogadiscio. La ciudad de mis padres, donde se enamoraron y se casaron, ha vivido una de las guerras civiles más devastantes de este milenio. Ahora, lentamente, está tratando de salir de una pesadilla que parecía interminable, ha comenzado a reconstruir su esqueleto a partir de los lugares de encuentro.

El hotel en Mogadiscio es un lugar multitasking. No es sólo para dormir o desayunar. Y es justo en ese lugar en el que un país entero está tratando de reconstruirse a sí mismo, por lo menos en parte. Allí se encuentran los políticos, pero también la diáspora. Allí se llevan a cabo los festejos y a veces, como este año, se organizan las ferias del libro. El hotel es el núcleo de algo que no existe, una vida normal que podría existir. De hecho es la esencia de una cotidianidad imposible. Y es ahí, en nuestra cotidianidad, en Mogadiscio y en París, que golpea el terrorismo. Recuerdo aún cuando más de cien estudiantes fueron asesinados en Mogadiscio en 2011. O que la semana pasada una muchacha se arrojó por una ventana del hotel Sahafi para escapar de un ataque de Al Shabaab.

Vivir en la angustia. Vivimos tiempos duros. Tiempos en los que todo lo que parecía normal está en entredicho. Y no es el partido de fútbol al que los populistas quisieran reducir toda la cuestión. No se trata de musulmanes malvados contra el resto del mundo bueno. Estamos de frente a personas peligrosas que tienen un plan preciso, un plan de guerra, y están en contra de todos. Son terroristas que están en contra de la vida. Están en contra de los otros musulmanes a los que consideran falsos porque no son violentos como ellos y por eso más infieles que los infieles. Están en contra de los demás, culpables de no compartir su idelogía de muerte.

Su objetivo está claro, casi declarado, quieren nuestra separación, quieren que tengamos miedo, quieren que vivamos en la angustia. Quieren que nos miremos como perros rabiosos, que empecemos a odiarnos, que nos acuchillemos. Por esto ¿se dan cuenta que seguir el pensamiento populista, poner todo en la misma bolsa, quiere decir seguirle el juego a los terroristas? ¿Volverse cómplices de los que quieren aniquilarnos?

Pero yo, al contrario de quienes predican el populismo, no quiero tener miedo. Quiero que el prójimo siga siendo mi hermano. Como dice el proverbio, «vivir con miedo es como vivir a medias». Los terroristas quieren que vivamos a medias. No debemos permitirlo.

Traducción de Lotarsan

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