26 septiembre, 2015

Ecuador: protestas contra la «reelección indefinida» de Correa

Traducción de un artículo publicado en italiano el 25 de septiembre por la revista Internazionale con el título Le tendenze autoritarie di Rafael Correa. El artículo original en francés fue publicado por la revista Mediapart el 18 de septiembre de 2015 con el título En Equateur, la rue rejette la “réélection indéfinie” du président.

Imagen RODRIGO BUENDIA/AFP/Getty Images

Camille Lavoix, Mediapart, Francia
El presidente ecuatoriano quiere cambiar la constitución para quedarse en el poder. Lo critican sus opositores y su electorado.

El 16 de septiembre de 2015 el líder indígena Carlos Pérez Guartambel desfiló en Quito, capital de Ecuador, junto a obreros, movimientos feministas, activistas ambientales, intelectuales de izquierda y de derecha. Todos salieron a manifestar por las calles en contra del presidente Rafael Correa.

Un mes antes la pareja de Pérez Guartambel, Manuela Picq Lavinas, periodista y académica francobrasileña, fue detenida durante una manifestación similar. Su visa fue revocada por las autoridades. Al día siguiente de la detención de Picq, el 14 de agosto, sus colegas del Institute for advanced study de Princeton escribieron al presidente Correa pidiendo que fuera liberada. Esta solicitud fue a su vez seguida por varios apelos de intelectuales alemanes y brasileños, trastornados por la detención de la periodista. Un juez ecuatoriano estableció que la detención de Picq y la revocación de su visa eran ilegales, pero una carta del ministro del Interior confirmó la expulsión de la periodista. Para justificar la decisión, el ministro de Relaciones Exteriores Ricardo Patiño se apeló a la soberanía nacional: «Un extranjero que tiene una visa de intercambio cultural no puede cometer ese tipo de cosas (o sea participar a manifestaciones)», declaró, y acusó a Picq de haber «agredido al patrimonio histórico» de Quito. Según Pérez Guartambel, el gobierno trató de destruir la pareja separándolos. Pero cometió un error político porque el 16 de septiembre los manifestantes -aunque en número menor- salieron de nuevo a manifestar por las calles de la capital. «En el extranjero quienes han fingido no ver, ‘porque entre fuerzas de izquierda hay que ayudarse’, ahora han abierto los ojos sobre este gobierno populista y autoritario que usa su imagen de ejecutivo interesado a la justicia social», declara Manuela Picq desde Brasil. 

«La opinión pública ha quedado impresionada por la detención de la pareja de un opositor», confirma el ecuatoriano Enrique Ayala Mora, socialista, historiador y rector de la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito. «De todos modos Correa no es de izquierda», destaca Ayala. Entre los manifestantes estuvo también Alberto Acosta, un economista muy amigo de Correa desde 1991, ministro de energía y minas y luego presidente de la Asamblea Nacional Constituyente. Como Ayala, Acosta también formó parte de las viejas bases que hoy se están desmoronando. «Correa prometió al país la mejor constitución del mundo, pero hoy quiere cambiarla para poder ser reelegido sin límites de mandato», afirma. «Quiere usar a los militares para las cuestiones de orden interno y no para proteger las fronteras. Manuela Picq no ha sido la primera expulsada del país», añade Acosta. En 2014 el gobierno expulsó al estadounidense Oliver Utne, que ya residía en el país desde hace años y junto al Massachusetts institute of technology coordinaba un proyecto innovador de una barca a energía solar para conectar las comunidades indígenas de la Amazonía. 

Manuela Picq fue presentada por los medios de comunicación como una intelectual obligada a abandonar a toda prisa la casa que compartía con su compañero y las dos hijas de éste, su trabajo en la Universidad San Francisco de Quito y su vida en el país donde residía desde hace ocho años. Su caso recuerda el de su madre, Lena Lavinas, también académica y periodista. «Mi madre escapó de Brasil durante la dictadura militar y emigró a Francia. Cuando vino a recogerme al aeropuerto, luego de mi expulsión de Ecuador, estaba muy triste. Ha luchado para ver al final a su hija exiliada, además por un gobierno de izquierda», explica Picq. Aun así su caso es sólo la punta del iceberg. Las protestas contra el gobierno, con grandes manifestaciones que se han vuelto recurrentes en varias ciudades del país, unen a la izquierda (definida «infantil» por Correa) con la derecha. Ambos bandos se oponen a la reelección ilimitada del presidente. Por lo demás cada quien va por su lado, en un extraño revoltijo ideológico. Los manifestantes critican la detención de un centenar de militantes (detenidos el mismo día de Picq), la apertura del gobierno a la industria minera y petrolera, la privatización del agua, la destrucción de la educación bilingüe kichwa, la reforma del código de trabajo que prohíbe la organización sindical en el sector público, la firma de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea y un nuevo impuesto a las herencias y a la venta de inmuebles.

Durante la última manifestación el empresario y diputado de derecha Wilson Chicaiza gritó eslóganes contra el gobierno, definiendo un «robo» los nuevos impuestos. A pocos metros de distancia, algunas asociaciones de feministas se dirigieron a los colaboradores del presidente, en particular a Mónica Hernández de Phillips, cercana al Opus Dei, favorable a la abstinencia sexual y contraria a la distribución de preservativos y al aborto. Desde hace un año Hernández de Phillips es la responsable de la política gubernamental de planificación familiar. Muchas personas que salieron a marchar no pertenecen a ninguna organización política o civil. Estaban allí porque habían votado antes por Correa y ahora se sienten traicionadas. Dolores, una empleada del sector privado, blandía una escoba para mostrar su apoyo a una comisión anticorrupción, una propuesta reciente para «barrer» el clientelismo. Un jubilado recordaba, con un cartelón, que su jubilación de $310 al mes no le basta para vivir.

Diversos y divididos

Según el activista indígena Pérez Guartambel, la transformación de Correa comenzó en 2008 luego de una reunión en China: «El presidente nunca quiso ni hablar ni negociar con las empresas mineras. Pero en ocasión de ese viaje oficial aceptó conceder cinco minutos a las empresas chinas, canadienses y estadounidenses. La reunión duró cinco horas y su posición cambió. Ahora la industria minera financia un estado asistencialista y paternalista, que da $50 al mes a dos millones de ecuatorianos en vez de crear puestos de trabajo».

Una parte del electorado continúa apoyando al presidente, reconociendo los progresos en la construcción de carreteras e infraestructuras. La desilusión de la izquierda «no correísta» es algo reciente. Por otra parte Correa, quien llegó al poder por primera vez en 2007, ha sido reelegido en 2013 por otros cuatro años. A mediados del primer mandato modificó la constitución, convocando a nuevas elecciones en 2009 y ganándolas. Para enmendar otra vez la constitución e introducir la reelección ilimitada del presidente (hoy el límite son dos mandatos) se necesitan dos debates en el parlamento a un año de distancia. El primero se llevó a cabo en diciembre de 2014, el segundó será a finales de 2015.

Para los manifestantes, la protesta del 16 de septiembre, así como aquellas de los meses anteriores, es sólo una prueba en vista de la convocatoria de diciembre, cuando los sindicatos organizarán una huelga general junto a los indígenas. Uno de las consignas de la protesta será: «Sólo las plazas pueden presionar para impedir la reelección ilimitada de Correa».

En un artículo del 28 de agosto de Diario el Telégrafo, el presidente ha declarado: «Saben que no pueden gobernar porque son muy diversos y divididos entre ellos, pero quieren recuperar su poter de veto». Juan Paz y Miño, historiador e intelectual cercano al gobierno, recuerda que antes de la elección de Correa, entre 1996 y 2006, en Ecuador ha habido siete gobiernos y una dictadura: «El presidente es aún muy popular. Los sectores minoritarios de la nueva izquierda que salen a manifestar corren el riesgo de ser usados por la derecha favorable a la movilización», afirma. Un razonamiento en parte compartido también por Manuela Picq: «Deslegitimar a la izquierda tiene como efecto conducir a la extrema derecha hacia el éxito», sostiene. Ayala Mora espera «devolver una identidad a la izquierda ecuatoriana en uno o dos años. Pero por ahora», admite, «será la derecha quien recogerá los frutos de la movilización».

La manifestación del 16 de septiembre fue pacífica. En ocasión de las protestas anteriores, el presidente había hablado de «delitos graves, secuestros de policías, torturas y tentativos de asesinato», mientras sus opositores denunciaron la violencia del ejército, desplegado gracias al estado de emergencia declarado el 15 de agosto luego de la erupción del volcán Cotopaxi. El clima social en Quito es muy tenso y la alerta por la erupción del Cotopaxi es alta, pero Picq asegura que volverá, tal vez a tiempo para la movilización contra la reelección ilimitada de Correa. adr


Para saber
Libertad de expresión

El 17 de agosto el periodista Martín Pallares fue despedido del periódico El Comercio, donde trabajaba desde hace 13 años, por una opinión expresada en su cuenta de Twitter. Pallares criticó la decisión del gobierno de suspender la visa de la periodista Manuela Picq y de censurar la información sobre la erupción del volcán Cotopaxi. En un artículo publicado el 1° de septiembre en el New York Times, Pallares escribió: «Según un informe de Freedom house, en Ecuador la prensa no es libre. Desde 2013 entró en vigor la Ley orgánica de comunicación. La ley ha creado una especie de órgano que controla y regula los medios de información, alentando la autocensura. A diario a los periodistas se les advierte de las posibles sanciones en las que incurrirán si critican al gobierno. Yo creo que la libertad de expresión sea un derecho inalienable y estoy convencido que sólo ejerciéndolo se pueda combatir la tiranía del silencio que algunas personas quieren imponernos. Así, no obstante las advertencias, he continuado a expresar mi desacuerdo por medio de Twitter”.

Traducción de Lotarsan

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