Lo único que necesitábamos era un
trago más. Nadie podía ni quería volver a casa, porque a esas
horas quedaban sólo taxis y los últimos billetes servirían sólo
para añadir horas a la noche que ya comenzaba a envejecer. Luego de
haber salido del último bar porque cerraban, nos encontrábamos
caminando a ciegas. «Vamos por aquí, algo hemos de encontrar.
¡Esperen! Una escalera con una luz». Subimos casi gateando y
entramos en un bar vacío, evidentemente estaban por cerrar ahí
también. «Hola ¿la última cerveza? ¿Por favor?» El joven que
atendía detrás de la barra nos miró divertido. «¿Quieren beber
aquí? ¿Seguros?».
«Gracias a todos por venir, por acompañarnos siempre en este camino. Esta ha sido una función muy especial para nuestro teatro Drag Queen, es nuestro aniversario, quince años de lucha y sacrificio. Quiero agradecerles a todos ustedes querido público que siempre nos ha acompañado, en las buenas y en las malas. Hemos vivido de todo, represión policial, han intentado clausurar el local más de una vez pero nada, seguimos aquí. Hemos recibido de todo, cartas anónimas, nos han dejado basura en la puerta, pero seguimos aquí gracias a ustedes. Y gracias a ustedes Dionisios se ha transformado en un centro de arte y cultura, hemos lanzado libros, organizado exposiciones, aquí han ensayado grupos de danza y teatro y de aquí han salido grandes artistas del teatro Drag Queen, famosos en todo el Ecuador. Y en todo esto una alegría más, la visita de un amigo que vive en el exterior, que fue testigo de nuestros inicios, que ha sido parte de esta enorme familia y ha compartido este camino», Daniel me indicaba con su mano y yo aplaudía como un loco para disimular las lágrimas.
«De lo único que estamos seguros es
que necesitamos una cervecita. Por favor no nos eches». «Ah, como quieran» pero Daniel seguía con esa sonrisa
divertida. Nos acercamos a la barra mientras él destapaba dos
botellas de cerveza. Una vez ahí nos dimos cuenta de que el lugar
estaba lleno de esculturas de cuerpos atléticos y los muros estaban
llenos de un carnaval de formas, de cuerpos y de colores. Bíceps,
tríceps y pectorales por doquier. «¿Ya se dieron cuenta dónde
están?» «Sí, en un bar ¿no?», Daniel estalló en una carcajada,
«este es un bar gay», luego se acomodó en un taburete muy alto,
parecía que la situación fuese muy divertida para él.
Sonreía mientras me entregaba el
libro. «Es un agradecimiento a todos los que de alguna manera han
contribuido a todo esto, a todo lo que ha hecho el Dionisios». Abrí
el libro y vi que la dedicación era un capítulo entero con una
infinidad de nombres; muchos amigos, conocidos y desconocidos estaban
ahí. Cuando leí mi nombre me conmoví profundamente y no supe hacer
nada más que abrazarlo. «Gracias Dani, qué lindo, felicidades por
todo». «Gracias a vos loco, por tu granito de
arena, por tu apoyo y por tu amistad». Lágrimas a torrentes, otro
abrazo y una carcajada.
«¿Bar gay? Ah, ¿y qué hacemos?»
«Pues nada, hagan lo que quieran», «entonces te pedimos otra
cerveza». Mucho después Daniel nos contaría lo que comúnmente
sucedía en esas circunstancias y lo divertía. El ebrio de turno,
macho por naturaleza, se asustaba como si hubiera visto un muerto al
darse cuenta de que estaba en un bar de maricas, pagaba sin
decir nada y escapaba corriendo. Sólo que esa noche nosotros no
escapamos y nos quedamos allí, conversando con él alegremente hasta
el amanecer.
Cuando necesitaba estar en un lugar
lleno de amigos iba al Dionisios. Cuando ellos necesitaban un
camarero para un evento podían contar conmigo. Cuando nuestra joven
compañía teatral necesitaba desesperadamente un lugar para ensayar,
el Dionisios era nuestro refugio. Cuando Daniel necesitaba ayuda para
derrumbar un muro porque ese bar se lo construyó con sus manos,
acudíamos. Cuando, años después fui con mi esposa a Quito, luego
de presentarla a mis padres fuimos al Dionisios, para que Daniel y
Manuel la conocieran.
Daniel y Manuel se amaban muchísimo pero por desgracia después de
muchos años se separaron. Daniel Moreno ha cumplido con su destino de activista, actor
y dramaturgo viajando y compartiendo su arte con públicos de todo
tipo. Manuel Acosta, antes de que una enfermedad se
lo llevara prematuramente, continuó a su vez como activista y reconocido representante de la comunidad GLBTI. El Dionisios ya no existe físicamente pero su
legado es profundo y duradero. Una sola palabra se me ocurre cuando
pienso en estas hermosas personas, en su amistad, en el amor que los
unía, en su pasión civil y en su valor. Orgullo, nada más que
orgullo.