29 marzo, 2016

Familia, migración y afectos incompatibles con la geografía

Vivir en un lugar lejano del propio terruño puede causar sacrificios insólitos y laceraciones insanables, no importa qué decisiones se tomen. No es fácil imaginar hacia qué tipo de dolor pueda conducir una vida en la que los afectos y la geografía sean incompatibles. Cuestión de elección o inconsciencia, llega un momento en el que la vida presenta la cuenta a cada quien por el rumbo que ha tomado. Estos son tres relatos de momentos difíciles, como los que enfrentan tantas personas migrantes, en este caso tres familias ecuatorianas en Italia.


Roberto
es un niño vivaz, curioso y alegre; por desgracia su relación con la escuela siempre ha sido turbulenta. Nacido en Italia de padres ecuatorianos, inicialmente tiene problemas con el idioma, hasta el punto que las maestras del jardín de infantes piden a sus padres que hablen en italiano en casa, entre ellos, para que el niño no tenga problemas cuando vaya a la primaria.

Antes de llegar a primer grado Roberto es ya perfectamente bilingüe pero sus padres no viven tranquilos por otra razón. Ambos trabajan en un restaurante muy prestigioso en el cual reina una atmósfera densa, principalmente porque el dueño es tirano y dictatorial. El padre del niño renuncia después de pocos años porque no soporta como lo tratan, desde ese momento no logrará encontrar un trabajo fijo y se ganará la vida como ocasional. Luego la madre también se queda sin trabajo a causa de su segundo embarazo, cuando llega el hermanito de Roberto su jefe la maltrata hasta que ella también renuncia. Aunque sabe que encontrar otro trabajo será muy difícil, no logra soportar y se va.

La joven pareja desearía quedarse en Italia pero las circunstancias no lo permiten, es así que regresan a su país para abrir un negocio. En fin de cuentas para ellos es mejor así y se resignan pero el pequeño Roberto no es feliz, ha crecido y ha llegado a la escuela, para él Italia siempre ha sido su casa y se niega a aceptar el cambio. Desde que llega a Ecuador vive enfadado y saca malas calificaciones en la escuela. Además encuentra una maestra que quiere hacerle repetir el año porque, segun ella, no habla bien español y si pasa sin saber bien el idioma no sería justo para sus compañeros. La vida del pequeño Roberto es muy dificultosa y sus padres sufren por ello, pero no pueden hacer nada.

Clara es una adolescente como muchas otras, le gusta bailar, la ropa a la moda y las series en tv. Ella también es hija de padres ecuatorianos, sólo que ellos querían quedarse en Italia pocos años, ahorrar y luego volver a su país natal. Cuando era pequeña Clara tuvo un accidente, se cayó, se golpeó la cabeza y la llevaron al hospital. Cuando la dieron de alta los doctores dijeron que parecía fuera de peligro pero que habría que someterla a controles anuales y esperar hasta la adolescencia para tener la certeza de que no se presentarían complicaciones.

Para permitir que su hija acceda a la asistencia sanitaria italiana, la pareja decide posponer el añorado regreso. La situación cambia inesperadamente cuando, ya antes de terminar la escuela primaria, Clara dice directamente a sus padres que no tiene ninguna intención de abandonar Italia, ya que la considera su país. Hace poco, ha afirmado además que apenas sea mayor de edad pedirá la ciudadanía italiana porque ella cree que la merece por derecho y hará todo lo necesario por obtenerla.

Los padres de Clara ahora esperan poder regresar a su país para disfrutar de su vejez, aunque ya no están seguros de ello. El amor por su hija es más fuerte que el dolor provocado por el desarraigo y, al parecer, se han resignado a vivir con esta herida.

Manuel en cambio llegó a Italia solo y luego de algunos años formó una familia. Ahora está casado con una italiana y tienen dos hijos. Los precios de los boletos aéreos para volver a Ecuador a visitar a sus padres son muy altos, por eso ha logrado volver sólo tres veces en quince años. La primera vez fue solo, la segunda con su compañera y el primer hijo, la tercera vez ya casado con su esposa y con dos hijos.

Él confiaba en poder ahorrar con el tiempo e ir más seguido a su país para que sus hijos y su esposa pudieran estrechar lazos con su familia de origen; sólo que el tiempo pasaba, la situación económica no mejoraba y su madre se enfermó de Alzheimer poco antes de jubilarse. Ahora debe ayudar económicamente, como puede, con los gastos de medicinas y exámenes de su madre, que vive con su padre y su hermana.

Se ha creado una situación complicada, el dinero que Manuel podría ahorrar para un hipotético viaje lo envía para colaborar con los gastos de su mamá, la cual mientras tanto pierde rápidamente la memoria y la autosuficiencia. Las últimas veces que han hablado por teléfono han sido muy tristes, normalmente las conversaciones telefónicas con su madre eran largas y animadas pero desde que ella se ha enfermado no conversa por más de un par de minutos, ya que luego se va sin colgar el teléfono, olvidándose de lo que estaba haciendo.

El último año ha sido muy duro para todas las familias. Manuel ha tenido problemas de salud porque ha somatizado la enfermedad de su madre. Tiene insomnio, pasa siempre de mal humor y discute con su esposa por pequeñeces. Encuentra paz interior sólo al jugar con sus hijos pero la tristeza está siempre ahí, al acecho. No queda más que seguir. Seguir soportando, buscando, inventando pero también llamando por teléfono, aunque las llamadas ahora sean más cortas, porque dejar de llamar sería peor.

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